jueves, diciembre 18, 2008

Magenta


¿Para qué necesitas poesía, si tienes el agua quieta pasando bajo el puente en la tarde? ¿Para qué, si todavía te acompaña el olor a salitre de un mar recosido por espigones de piedra? ¿No recuerdas el cielo turquesa, un cielo que duele de lo azul, los pastos verde esmeralda, los recios sillares de piedra de construcciones milenarias? ¿No atesora tu corazón, acaso, el tacto de pieles de seda, de besos que arrancan el alma, de lava volcánica derramándose por fuera, por dentro, por todas partes? ¿No percibes con orgullo la chispa de energía en tus ojos entre tantos ojos muertos, en tardes blancas y grises junto a pieles envejecidas, ajadas, sin esperanza, viviendo sus vidas de papier machê? Pellízcate. Respira, siente el aire. La vida tiene la hermosa costumbre de devolver la sonrisa a todo aquel que le sonríe.

miércoles, diciembre 17, 2008

Domingo


Cae como el plomo sobre las azoteas al comienzo de la tarde, dejando una nube invisible de asco, de aire caliente que se evapora desde las tejas, desde el asfalto, siempre hacia arriba, pero sin llegar. Justo a la altura de la nariz, se nota su presencia en forma de brisa irrespirable. A medio camino llega el canto de una chicharra, pero no lo es, es sólo algo que lo parece, que lo imita, pero algo muerto, que acompaña con su sonido la quietud exasperante, la parálisis que parece haber sufrido el cosmos. Ni un alma, ni un espíritu. Ninguna sonrisa (¿quieres más café?), ninguna voz, salvo el comentarista deportivo que retransmite un partido de fútbol por televisión. No hay niños, ni perros, ni mujeres. Sólo hombres demasiado solos, miradas femeninas clavadas en el techo, medias sonrisas infantiles que no dicen nada, ni siquiera que no tienen nada que decir. Despierta.

viernes, noviembre 21, 2008

Hojas muertas

Me gustaría escribir algo perfecto, lo mejor que haya escrito nunca. Algo como la carta de Pablo de Tarso a los corintios: "Aunque tuviera el don de la profecía, penetrara todos los misterios, poseyera toda la ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor nada soy". O como el comienzo del Eclesiastes: "Vanidad de vanidades, porque todo es vanidad. No hay nada nuevo bajo el sol". O como aquel poema de Pablo Neruda: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche; escribir, por ejemplo, la noche está estrellada (...)". Pero lo mejor está ya escrito, y es imposible emularlo, y ridículo tratar de imitarlo. Leamos, pues, en lugar de escribir. Conozcamos los libros que nos desvelan secretos del universo, o de un pueblo de dos mil habitantes, o de la pequeña alma de un pastor, o de un científico de la NASA. Es posible que no escriba más, o que, si lo hago, lo haga para mí, sin pensar en cómo queda, qué aspecto tiene, si suena o no bien leído en voz alta, si tiene sentido, si es divertido o no lo es. Es posible que ya sólo lea, porque soy incapaz de dejar de poner tildes en sólo cuando quiere decir solamente, y eso demuestra que ya perdí el tren. Es posible que me dedique a acumular riqueza en lugar de gastar el poco talento que pueda tener, por puro hedonismo. A lo mejor es simplemente la tristeza de entrar día tras día en este blog vacío.

martes, noviembre 18, 2008

Y más


Supongo que procedería decir cosas del tipo "desde el meridiano de mi vida, miro hacia atrás y veo un piélago de sensaciones, todavía no olvidadas...", o alguna chorrada por el estilo. Pero prefiero quedarme con algo como que todavía puedo mirar de frente, sin problemas, a la niña que fui, a la adolescente pedante, a la mujer de la sonrisa, y claro, veo a la madre que busca constantemente el norte, y también veo el corazón que quema y que espera, y sigo sintiéndome al principio de un montón de caminos, y, como Alicia, me paro a mirar los letreros de "¿Por aquí?" y ¿"Por allá?". Poco más, salvo continuar pasando el puente; eso sí, sin perder de vista el mar a los lados y debajo, y el horizonte al frente.

lunes, noviembre 10, 2008

Tokyo


También podría mirarse, o a lo mejor debería, sí, sin duda, desde abajo. Desde los barrios pequeñitos y cuadriculados. Dicen que en Japón hay ciudades trazadas a cuadros, como un tablero de go. Así será, sin duda, más fácil orientarse, siempre que se tenga un mapa en la mano, claro, porque es muy, muy grande. Tiene un río, como cualquier ciudad que merezca la pena. Pero quién entiende lo que pasa en Tokyo. Quién puede comprender esas tonalidades, esos colores distintos en cada espíritu, y ese color homogeneo que los une a todos cuando es menester. Yo, desde luego, no. Pero no importa. Mejor paseamos, alzamos la vista, o la bajamos, según el barrio. Y nos vamos a comer sushi.

Algunos niños nacen en Nueva York


No sé si puede ser una sensación cálida o fría, o si da igual. Demasiado al norte, quizás, y nunca hace mucho calor en verano. Ninguna personalidad, o toda. Las calles cochambrosas y miserables, las avenidas que hacen enmudecer de asombro. Personas y números. Un chiquillo corriendo, un broker con zapatillas, una negra con un carrito de la compra, una ejecutiva vestida de Versace. ¿Ninguno mira al otro? Probablemente. Demasiadas cosas para ver, como para fijarse en el vecino. Demasiada soledad, a veces, como para no hacerlo. Todo lo hermoso y todo lo espantoso del alma se citan en Nueva York. Al menos, eso es lo que pensamos los que no sabemos por qué necesitamos hablar de ella, ya que, de hecho, no hemos estado ahí. Qué tendrá, o que nos habrán dicho que tiene. Magia, seguramente.

jueves, octubre 30, 2008

Soneto


Taimada, con sigilo y despaciosa,
acercose la zorra al hormiguero,
preguntándose en nombre de qué fuero
la vida de la hormiga era tan sosa.

Salió una obrera, y mirola ampulosa,
saludola quitándose el sombrero,
y le dijo: " Trabajo con esmero
por mi comunidad, noble raposa"

Y la zorra, mirándola sonriente,
compasiva giró sobre sus patas
y fue a buscar a dónde hincar el diente,

pensando:" Mejor va cazando ratas
que siendo de comunidad sirviente
y, por otros, tener que andar a gatas".

Desmontando a Lorca


Camina por el sendero, tris-tras, pisando la hierba alta. Detente un momento. Respira. Escucha. Una cigarra canta, cri-cri. Un buho madrugador comienza a ulular, uh-uh. El aire limpio desatasca la nariz, los pulmones, todas las venas, y la aorta y la cava. Túmbate. Deja que las hormigas corran por tu cara y te hagan cosquillas en las mejillas. Mientras, podrás escuchar mejor el cri-cri y el uh-uh. Si tienes suerte, se hará de noche, y entonces podrás ver las luces verde manzana de las luciérnagas, escondidas detrás de las hojas de zarzamora. No lo sabías, ¿eh? Las hojas son translúcidas, y puedes ver las pequeñas luces a través de ellas. Acaricia la madera áspera de los troncos. A lo mejor se te quedan pegadas las manos, por culpa de la resina, y no puedes despegar después los dedos. Pero seguro que da igual. Duerme, mientras las hojas y las hormigas, y el rumor de riachuelos lejanos, arrullan tu sueño. Duerme y no pienses en nada más.

Todo aquello que no me concierne


Corre, corre, corre, que es domingo. Corre, que no llegamos. Tenemos que comer en casa de los abuelos. Tenemos que llegar a la hora. Tenemos que irnos pronto para llegar a tiempo a casa. A tiempo de sentarnos en el sofá. A tiempo de mirar la tele. A tiempo de irnos a la cama, para ir mañana a trabajar. A trabajar para la Watching&Seeking, haciendo informes idiotas de mentiras muy falsas y refalsas, que no sirven para nada ni conducen a ningún lado, pero el mercado lo pide, porque siempre ha sido así, no importa mientras nos paguen. No tosas muy fuerte, no se vaya a romper nuestra vida de cristal de Bohemia. Camina despacio sobre ella, y no la mires fijo, porque lo que tiene el atrezzo es que no es sólido, que se viene abajo si sopla el viento, y entonces no queda nada, sólo las ruinas, el escenario lleno de trozos de escayola, y nuestras corbatas de Armani.

lunes, octubre 27, 2008

Se nos irá la vida en suspiros


Por todos los momentos que, cosidos, configuran nuestra realidad; por todas las lágrimas y todas las risas, y todos los olores, colores, formas; por todo lo que tuvimos y perdimos, y lo que nunca tuvimos, y lo que tenemos, y lo que tendremos; por lo que valió la pena y lo que no, por lo que la valdrá o la vale; por estar vivos, por respirar y poder seguir esperando enseñando los dientes, aunque sólo sea por llevar la contraria, brindemos.

jueves, octubre 16, 2008

El drakar


Sin lugar a dudas, lo más siniestro eran los largos maderos desde las volutas de proa y popa hacia abajo, curvándose y adaptándose a las anchas cuadernas en los extremos inferiores, y a las esbeltas esloras más atrás, desapareciendo en el mar casi completamente, como la hoja de un cuchillo hendiendo el agua sin dañarla, por fina, por afilada. No le hubieran hecho falta hombres fieros a bordo, normandos sedientos de sangre, conquistas y oro. Aún sin ellos, habría podido, con su terrorífica estampa, conquistar el mundo. Fueron muchos los años en que surcó los mares fríos, intrépido, sin temer por su aparente fragilidad, confiando en los vientos y en su firme estructura. Sembró el pánico tan solo con su silueta. Más tarde vendrían otros mucho más cobardes, necesitados de cañones y pesadas artillerías submarinas y antiaéreas, conducidos y gobernados por hombres de carrera, de libros, cuyo valor podría medirse únicamente por el calibre de los misiles que portaban. Pero ahora era el momento del drakar, que se deslizaba, majestuoso, por los océanos, como un augurio de muerte.

miércoles, octubre 08, 2008

Requiem

Anoche, antes de acostarme, pasé por esta habitación y me quedé mirando el pc. Por la tarde había visto Drácula, diremos de Cóppola y no de Bram Stocker, y se me ocurrió publicar una entrada. La titulé "Blood Teppes", porque el juego de palabras me pareció ingenioso. La encabecé con una foto de Vladislav III el empalador, pongámoslo con minúsculas, y comencé a escribir. Para hacerlo con conocimiento de causa, consulté la Wikipedia. Yo tenía entendido que el príncipe Vlad había sido un hombre como otros de su tiempo, sin sentido de la piedad, con un placer más bien enfermizo por la sangre, que se desbocaba cuando se trataba de vengarse de sus enemigos. Pero en la Wikipedia leí que había más. Por lo visto, el empalador no se reducía a sus enemigos. O, mejor dicho, cualquiera podía, de súbito, convertirse en enemigo suyo. Vlad Teppes empaló, quemó, masacró y descuartizó a personas de su propio pueblo por causas completamente peregrinas. Uno podía hablarle con la mejor intención, y acabar en lo alto de un palo. Uno y toda su familia, incluídos los niños pequeños. Por lo visto, sufrían bastante. La verdad es que anoche me dormí sin poder evitar imaginar niños muriendo torturados entre terribles dolores. De manera que suprimí el post, porque prefiero no ver esa cara cada vez que abra mi blog, y escribo este en su lugar para proclamar que Vlad Teppes no era un patriota, ni un hombre de su tiempo, sino un demente, un psicópata sanguinario que empalaba incluso animales mientras estaba prisionero, que disfrutaba sembrando el terror, y que dejó chiquitos a los propios turcos, que ya es decir. No es digno de encomio, ni de admiración, y tampoco deberíamos utilizar el dolor y el sufrimiento de los cien mil inocentes que asesinó salvajemente para inspirar ahora leyendas románticas y pacatas sobre vampirismo. Nadie le ha dedicado nunca una película o un libro a él, al verdadero vampiro, porque supongo que nadie le ha creído digno de tal honor. Y yo no le dedico a él este post, sino a los niños pequeños que murieron a sus manos. Que haya un cielo y un Dios para ellos.

lunes, octubre 06, 2008

Sirenas


Mientras haya mares, hay que navegarlos. Mientras haya cielos azules, nubes y rocas, hay que callarse, mirar y respirar. Llenar los pulmones de oxígeno limpio, lo más limpio posible, y sentir cómo llega hasta los tobillos. Mientras quede vida, hay que cerrar los ojos y dar un paso al frente, y, si hay suerte, caer al agua, notar el ahogo, bajar, subir, flotar, y decidir el rumbo. Recuerda: Eres mitad pez. Tienes branquias en el alma, y por eso puedes seguir respirando, aún cuando parece que no queda aire. Siempre hay una dirección hacia la cuál caminar, y es mejor si es al frente, hacia el horizonte. Y es mejor aún si no se ve nada, salvo la lejana línea.

viernes, octubre 03, 2008

No se puede ser más friqui


Los escolares de los años cincuenta tuvieron que poner a prueba la capacidad gimnástica de sus neuronas aprendiéndose de memoria la lista de los reyes godos. Godofredo, Recaredo, Wamba... Esos prohombres que protagonizaron el paso del Imperio Romano a la Edad Media. Pero poco más se les dijo a los esforzados estudiantes, aparte de una interminable lista de nombres, en su mayoría muy graciosos. Quizás les habría gustado que les explicasen alguna anécdota divertida de tan ilustres personajes, como por ejemplo esto del trono de Dagoberto. El tío fricazo tenía un trono plegable. Podemos imaginarle yendo con la familia de merienda un domingo, con la tortilla de patatas y eso, todos sentándose en manteles, y sacando él su trono plegable, y sentándose así, mirando al tendido. O entrando en la sala de audiencias, encontrando a un chambelán de palacio que le dice que tal duque le espera para hablarle de alguna ley nueva, y él contestando: "Un segundín, que despliego el trono y le haces pasar". En fin, que de ser un personaje actual, yo me veo a Dagoberto jugando a las Magic, con gafas de pasta y la cara llena de granos.

miércoles, octubre 01, 2008

Los ojos del judío, segunda parte


Puedes perderte dentro, y, si los miras mucho rato, ya no sabrás si son de hombre, o de mujer, o de qué. Puedes, y esto es excepcional, mirarlos en dos direcciones a la vez: hacia dentro y hacia fuera. Es sólo un cuadro, un dibujo. No es nada. Al mismo tiempo, lo es todo y tiene todas las respuestas. Te escucha y te ve, igual que tú a él. Es como esos bajorelieves que te siguen con la mirada según te vas moviendo. Es algo vivo. A veces está sólo en tu imaginación, otras está en todas partes, como siempre se ha dicho. La mayoría de los grandes prohombres de todos los tiempos han pasado la mayor parte de su vida mirando esos ojos, buscando, encontrando, perdiéndose de nuevo. Nunca tendremos respuestas, y nuestra lógica nos las exige. Quizás sería cuestión de saltar medio metro, y no volver a caer, y poder permanecer ahí para siempre, sin tener que encontrar ya más respuestas, sin hacer más preguntas; naufragar, simplemente, en ese mar de color castaño, con una sonrisa en el alma.

lunes, septiembre 15, 2008

Los ojos del judío


No sé si sabes lo que me dijo el rabino, que la humanidad hace tiempo que se cayó de la vida por el otro lado, y se dió un costalazo tan brusco que todavía anda despistada. También me dijo que los templarios no buscaban a la Magdalena, ni el Cáliz, ni la Menorah del templo, ni el Arca de la Alianza, que en realidad sólo buscaban la horma de su zapato, y la encontraron en Etiopía, frente a una columna donde se les apareció el Cristo, y ahora hay allí un retrato que pintaron los etíopes para conmemorar la cosa, y delante está escrito aquello de Sator Arepo. Y me dijo que siempre buscamos tesoros, pero los buscamos hacia afuera en vez de hacia dentro, porque hace mucho tiempo que perdimos el norte, y no sabemos que, en realidad, donde se está mejor es en el sur. Ah, y que no somos mala gente, a pesar de todo.

miércoles, julio 16, 2008

Vas a Ventura




Siempre me lo decía, "vas a Ventura", mi hermana Marina, cada vez que, sin querer, rompía algo, por puro despiste. Era muy despistado, y siempre se me caía todo, se me rompía todo. Y Marina, para hacerme rabiar, se lo decía a Ventura. Pero Ventura era un bendito, un alma de Dios, y nunca me reñía. Bastante tenía ya, el pobre, con dieciocho años, cuidando de nosotros, con siete. Pero lo hacía bien. No faltaba nada en la mesa, ni un detalle, aunque la tortilla muchas veces se le pegaba, y la carne solía estar muy seca, y la verdura algo cruda. Pero Marina y yo no decíamos nada. Tampoco podíamos comparar. Yo, al menos, ya ni me acordaba de cómo había cocinado mi madre, ni de lo bien o mal que mi padre solía poner la mesa. Ventura sí se acordaba, se notaba, y por eso se quedaba a veces con la mirada muerta, detrás de las gafas, y sus ojos grises se veían entonces opacos. Pero entonces nos miraba, serio , y poco a poco una sonrisa triste se le iba dibujando en los labios hasta hacerse franca, abierta, y entonces nos decía: "Venga, a comer".

lunes, junio 23, 2008

Satan oscillate my metallic sonatas

Parece que fue el griego Sótades quien descubrió esto de los palíndromos. Complicado y curioso juego. Y cuando ya mirábamos sin asombro alguno cómo daba arroz a la zorra el abad, descubrimos que "la ruta nos aportó otro paso natural", o que un vendedor de jabón es un "saippuakauppias" en finés. Pero el más bonito es ese palíndromo latino, el que nos habla del sembrador Arepo, que guía con destreza las ruedas: Sator Arepo tenet opera rotas. ¿Qué tiene de bonito? Vamos a escribirlo en cuadro:

SATOR
AREPO
TENET
OPERA
ROTAS

Anda, mira, si se lee igual en horizontal que en vertical! Y además, parece ser un mensaje en clave de un grupo marginal de la época: Ordenando las letras de otro modo, se leen dos Pater Noster. Claro que sobran una A y una O... Alfa y Omega?

jueves, junio 05, 2008

La importancia de llamarse Maya













La señorita
del traje a rayas
lirios y nardos
polinizaba.
Vuela que vuela,
la rosa blanca.
Zumba que zumba,
dalia morada.

"Si crece el campo
es por mi gracia.
Sin mis mercedes
no corre el agua".
Y dice el campo:
"¡Qué pretenciosa!"
Y dice el río:
"¡Y qué chistosa!"


En su colmena,
la noche en calma,
su mente en blanco
ve dulces bayas.
No tiene vida,
no tiene alma,
la señorita
del traje a rayas.

lunes, mayo 12, 2008

Kyrie, eléison


Con el alma pendiente del único hilo que la vinculaba ya al cuerpo encogido y medroso, tratando de seguir ahí para no caer en el vacío, mi vida pasaba, en imágenes sueltas, ante mis ojos. Apenas recuerdos, tan solo sensaciones; sabores, olores, impresiones. El miedo y la angustia apoderados de mi ser, habían dejado ya sin fuerzas a mis huesos y mis músculos, y mis tendones, y todos mis miembros. Lo único que quedaba ya era abandonar la lucha, y dejar que todo fluyera suavemente. "Christe, eléison", le hablé de nuevo, como antes. "Sé que no estás, que no me escuchas. Pero ven. Sé que no tiene sentido, que es imposible. Pero te necesito. Necesito que tú lleves mi carga. No puedo sola. Kyrie, ayúdame". Fui deshojando la letanía. Ora pro novis. Las palabras ancestrales pesan, sólo por haber sido repetidas millones de veces durante millones de años, tal vez. Reconfortan. Y el alma sintió aquel bálsamo restaurador. "No estás sola". Lo estoy, pero no importa. Confío en ti.

viernes, mayo 09, 2008

La hoguera


Era como si todos viviéramos en casa de todos. Las puertas abiertas, y tanto daba merendar en casa de la señora María que pasar la tarde en casa de Antoñita. Los descansillos eran como un infinito laberinto por el que nos perdíamos todos los chiquillos de la escalera, jugando al escondite o a la peonza, o a los cromos de picar, con las manos llenas de purpurina. Recuerdo las risas. Todos reíamos siempre, menos las madres, que siempre se quejaban de lo caro que estaba todo, de lo dificil que era vivir, pero pagaban puntualmente el alquiler, y nunca faltaba buena comida en la mesa. Nadie se preocupaba demasiado de ser el mejor, ni de demostrar nada. Nadie soñaba siquiera con comprar una casa, ni con tener un coche. Se podía ir en tren. Lo único importante era salir pronto del trabajo para poder observar la colección de mariposas disecadas, o el partido, que hoy juega el Getafe. Lo que importaba era estar todos a la mesa. Y blablabla, y que si esto, que si aquello. Y en San Juan, hacer la hoguera más grande del barrio. Organizar una verbena en el terrado, con la señora María, y Antoñita, y todos los chiquillos. Y el señor Pepe, el marido de Soledad, la gorda, cuyas piernas se juntaban desde las rodillas, compraba al menos dos duros de petardos, y los atábamos todos juntos, y los encendíamos, y nos tapábamos los oídos. Y la hoguera subía y subía, y casi se podía tocar desde arriba.
Decía el poeta que cualquiera tiempo pasado fue, a nuestro parecer, mejor. No sé si es sólo nostalgia, pero creo que no. Creo que ahora estar juntos a la mesa y reir es lo que menos importa. Y nadie entra sin llamar a casa del vecino. Ni llamando, de hecho, porque nadie conoce a su vecino. Y todo es trabajar y pagar, y da igual si juega el Getafe. Y los niños se crían solos ante la tele, o conectados a internet. Y ya nadie hace hogueras, porque el Ayuntamiento las ha prohibido.

martes, marzo 04, 2008

La boca del lobo


Caminando como siempre de puntillas sobre la linde que separa mi bien de mi mal, pensando sin pensar de nuevo, con esa paz neutra que da la saturación de sensaciones, miré hacia el cielo nocturno, y tan sólo vi la muerte mirándome con su cara de niña anoréxica, sacando de su mangajal la romana y poniendo en uno de sus platos todas mis lágrimas, mis risas, todo lo que he pensado, dicho y hecho en nombre del amor bien entendido, sin cobardía, sin inercia, tan solo por aquello que me ha rebosado del corazón, y en el otro plato mis mezquindades, mis miserias, mi estúpida obstinación en no ver ni oir, mis egoismos y mi inconsciencia, y me pregunté si entonces, como ahora, las estrellas me devolverían la sonrisa.

jueves, febrero 21, 2008

Hormigas


Sólo duró un instante, pero al mirar hacia el interior de la ventana pude recordar con toda claridad la sensación. Llegar a casa por la noche, a aquel cajoncito infame a pagar en cuarenta años, de cincuenta o sesenta metros cuadrados, a lo sumo, con un poco de suerte, y sentarse en el comedor, a la mesa mejor que en el sofá, bajo la luz mortecina de una lámpara que se esforzaba en expandir la luz muy lejos de los trescientos mil kilómetros por segundo que se le suponían, que bastante trabajo tenía ya para encenderse. Poner la tele, a ver qué dan, y recordar en pocos minutos que había que hacer la cena, y levantarse para ir a la cocina. Felicidad. Placidez. Esa sensación de seguridad que da al ciudadano saberse respirando, llorando, riendo y haciendo el amor sobre la cabeza del vecino de abajo, que a su vez se desespera, se ilusiona, vive y muere sobre la cabeza de su vecino de abajo, que a su vez...
El cajón parece no permitir respirar, pero alberga cientos de vidas que sí respiran, que sí palpitan. Sus ojos encortinados se abren sólo a veces, no para permitir que entre la luz, sino para que salga, para que ilumine la calle con la triste alegría que da lo cotidiano, lo sencillo, lo familiar. La sonrisa se dibuja en el rostro que me devuelve la mirada desde la ventana, tan arriba, para enseguida dar un paso atrás y dejar caer la persiana con un cierto aire de suficiencia.

lunes, febrero 11, 2008

Piedras

Regreso al barrio muchos años después. Camino, miro, busco. El olor a cerrado, a piedra vieja.
Todo ha cambiado, pero no lo veo; las calles son más diáfanas, pero yo sigo viendo los angostos túneles de mi niñez, por los que me afanaba ("date prisa..!") para no llegar tarde al colegio. El colegio. Apenas puedo creer que ese edificio tan pequeño, vetusto, olvidado, fuese el lugar al que acudía a diario con mis hermanos, allí donde sucedían tantas cosas, encuentros y desencuentros, el sentimiento de abandono, de estar perdida, amigos, enemigos, maestros lejanos de los que apenas se podía conocer el nombre, pequeñitos al fondo de la clase, con su voz meridiana por encima del murmullo constante de las nuestras, cantarinas e infantiles. Verlo ahora desnudo, ruinoso, solo. No me acerco. Voy por otro camino hasta mi casa. Mi casa. Qué pequeño el portal. Toda la casa está diferente, pero el portal es el mismo. Ya no está el callejón que separaba mi casa de la contigua, donde se escondía mi hermano para esperar a sus enemigos y mantener una nueva pelea, el callejón por donde se tiró aquella loca y se mató, y su sórdido fantasma nos hacía pasar a mi hermana y a mí corriendo por delante, apenas mirando adentro un momento, con el temor de la mujer de Lot. Ya no está la tienda, ni la anciana que se sentaba en la puerta de delante y nos miraba sin vernos. Pero la plaza sigue ahí, y el bar, y tantas otras cosas. La ciudad sigue siendo la más hermosa del mundo, a pesar de los pesares. Y la niña que fui me sigue saludando desde la azotea, moviendo su manita y sonriéndome, con su falda ínfima y sus dos coletas, como magníficas escobas.

miércoles, febrero 06, 2008

What a wonderfull world


Podía mirar hacia el cielo sin más. Libre al fin de la carga de la vida, de los recuerdos. De los hijos ingratos, de los seres queridos que se fueron y se seguían yendo. De la nostalgia por aquella mujer a la que cualquier hombre que tuviese sangre en las venas se giraba a mirar, soltando un requiebro castizo ante el balanceo hipnótico de sus caderas, tan rotundas e incontestables. Aquella a la que jamás se le ponía nada por delante, que podía con todo, como un animal de carga inteligente que no sólo arrastraba, sino que organizaba, construía, tocaba con su varita mágica todos y cada uno de los rincones de su vida, de su casa, de todo cuanto estaba bajo su manto, y le daba vida. Aquella que, por dar, se olvidó de quedarse con algo para sí, y un día vió que lo había perdido todo sin darse cuenta. Y por eso fue borrando, uno tras otro, todos los recuerdos que su memoria se empeñaba en almacenar. Y al fin lo logró. Había soltado toda su carga, y con ella todas las amarguras, y todas las barreras de su alma. Y podía mirar hacia el cielo sin más, y sonreir pensando en el suave calor en su cara.

Requiem


Tomaré mi corazón entre mis manos, lo acercaré a mi boca y lo calentaré con mi aliento. Se sentirá así ligero y suave, y tendrá ganas de dormirse y de soñar. Acariciaré mi piel y abrazaré mi cintura, y sonreiré feliz. Abriré los ojos, y la herida salvaje del sol hará que los cierre con el regocijo de sentir. Dejaré que la primavera haga nacer la vida en mi cuerpo y en mi alma. Caminaré sola, con la mirada fija en el horizonte que salta hacia mí a la vuelta de la esquina. Y veré el Miedo y la Muerte alejarse, diluirse, perderse. Respiraré, y mi cuerpo flotará, lleno de oxígeno, y ya no habrá nada, salvo el ángel que me mira.

viernes, enero 25, 2008

El idiota


No tenía ojos, ni labios. Sólo orejas, y apenas se veían. No había en su cara nada que hiciese pensar en sentidos, ni en sentimientos. Era un hombre igual. Como todos los demás. La misma raya a un lado de la estrecha cabeza, con la misma ropa cortada por el mismo sastre, con los mismos hijos en el mismo colegio. Se las había arreglado para que cinco años de carrera y cuatro de estudios superiores no dejasen mácula alguna en su perfecta cobertura de estulticia. Era como si fuese capaz de recibir y retener ciertas informaciones sin que estas conectasen entre sí, y sin que su cerebro se viese afectado por ello. Su mujer también era igual. Delgada, con cara de asco ante cualquier cosa, animal o ser humano, también con la misma ropa, las mismas botas de tacón alto, el mismo peinado cortado igual, con el mismo tinte. La misma suficiéncia. La misma auséncia de sentimiento, de inquietudes. El miedo a la muerte, a la sangre, a todo lo que olía a natural, a real. El mismo desprecio por los pocos diferentes, por los libres. Horas blancas, fabricando seres iguales a ella, a él, a todos. Eso era seguro. Siempre había sido así. La inercia le hacía sentir que controlaba la situación. Todo está bien mientras lo haya estado durante generaciones. Si no palpita, no puede doler. Y un día, y otro. Y otro.

viernes, enero 18, 2008

Un vacío en la boca del estómago

Tantas veces sentida, saboreada u odiada, la vieja sensación se repite una y otra vez. No deja tragar, no deja dormir, no deja pensar en otra cosa. Ya sea por enamoramiento o por deseos de suicidio, ya por estar colgando sobre un abismo asidos apenas por nuestra mano a una piedra poco confiable, o por el simple deseo de caer como vampiros sobre aquello que sabemos nos saciará en cuerpo y espíritu, la sensación se repite una y otra vez a través de los años, pocos o muchos, buenos o malos. Y sólo algo nos deja siempre claro: que, para bien o para mal, seguimos estando vivos.

viernes, enero 11, 2008

De profundis


De profundis
clamavi ad te, Dómine;
Dómine, exaudi vocem meam.

Fiant aures tuae intendentesin
vocem deprecationis meae.

miércoles, enero 02, 2008

Aurora boreal


Las luces del norte, llamadas auroras boreales, son algo realmente maravilloso, algo poético, increíble, que cuando las ves en fotos como esta piensas: "Lo que se puede llegar a hacer con el Photoshop", pero no, las auroras boreales existen, aunque a veces cuesta creer que algo tan bello, excepcional, que parece sacado de un cuento de hadas, exista. Al principio, cuando las vi por primera vez en una foto, yo tampoco creí en ellas, pero es verdad, existen de veras. Cuando ves el cielo nocturno teñido de hermosos colores que parece que fluyen entre la oscuridad del crepúsculo, creeme, estás contemplando una de esas cosas maravillosas que parecen sacadas de un cuento de hadas pero que existen, una aurora boreal.
Judit

Respirando


Quería permanecer con mi nariz hundida en el huequito entre su cuello y su hombro, continuar respirando el olor de su piel a través del algodón de su pijama. No sabía cómo, pero tenía que retener ese aroma para siempre. Tiempo vendría, mucho antes de lo deseable, en que le tocaría sufrir, luchar, hacer esfuerzos de voluntad, demostrarse a sí mismo toda suerte de cosas, yo puedo, yo sé, yo soy capaz. Y en esas guerras nadie iba a poder estar lo bastante cerca. Pero ahora no. Ahora sus bracitos rodeaban mi cuello, mi cara notaba la calidez de la suya, y mi nariz, obstinada, continuaba respirando su olor. Respira, respira. Retén la sensación, el recuerdo. Nunca, nunca lo olvides.