miércoles, octubre 01, 2008

Los ojos del judío, segunda parte


Puedes perderte dentro, y, si los miras mucho rato, ya no sabrás si son de hombre, o de mujer, o de qué. Puedes, y esto es excepcional, mirarlos en dos direcciones a la vez: hacia dentro y hacia fuera. Es sólo un cuadro, un dibujo. No es nada. Al mismo tiempo, lo es todo y tiene todas las respuestas. Te escucha y te ve, igual que tú a él. Es como esos bajorelieves que te siguen con la mirada según te vas moviendo. Es algo vivo. A veces está sólo en tu imaginación, otras está en todas partes, como siempre se ha dicho. La mayoría de los grandes prohombres de todos los tiempos han pasado la mayor parte de su vida mirando esos ojos, buscando, encontrando, perdiéndose de nuevo. Nunca tendremos respuestas, y nuestra lógica nos las exige. Quizás sería cuestión de saltar medio metro, y no volver a caer, y poder permanecer ahí para siempre, sin tener que encontrar ya más respuestas, sin hacer más preguntas; naufragar, simplemente, en ese mar de color castaño, con una sonrisa en el alma.

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