miércoles, marzo 04, 2009

El tambor


Hubo un momento en que se cansó de devolver los golpes en forma de ondas sonoras. Se había dado cuenta, ya hacía tiempo, de que se había quedado hueco. No podía ver amaneceres, ni campos, ni mares. No podía hablarle a Dios; nada le decía que siguiera ahí, o que alguna vez hubiese estado. "¿Quieres superhombres? No lo soy. ¿Quieres almas libres, que crezcan en la adversidad? La mía no te sirve entonces, porque es demasiado permeable. Yo creo que Niestche se equivocaba; lo que no te mata, te convierte en cartón". Me voy, pensó un día, y dejaré de resonar. Y se fue de noche, de puntillas, para no alterar el orden de las cosas.