viernes, noviembre 21, 2008

Hojas muertas

Me gustaría escribir algo perfecto, lo mejor que haya escrito nunca. Algo como la carta de Pablo de Tarso a los corintios: "Aunque tuviera el don de la profecía, penetrara todos los misterios, poseyera toda la ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor nada soy". O como el comienzo del Eclesiastes: "Vanidad de vanidades, porque todo es vanidad. No hay nada nuevo bajo el sol". O como aquel poema de Pablo Neruda: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche; escribir, por ejemplo, la noche está estrellada (...)". Pero lo mejor está ya escrito, y es imposible emularlo, y ridículo tratar de imitarlo. Leamos, pues, en lugar de escribir. Conozcamos los libros que nos desvelan secretos del universo, o de un pueblo de dos mil habitantes, o de la pequeña alma de un pastor, o de un científico de la NASA. Es posible que no escriba más, o que, si lo hago, lo haga para mí, sin pensar en cómo queda, qué aspecto tiene, si suena o no bien leído en voz alta, si tiene sentido, si es divertido o no lo es. Es posible que ya sólo lea, porque soy incapaz de dejar de poner tildes en sólo cuando quiere decir solamente, y eso demuestra que ya perdí el tren. Es posible que me dedique a acumular riqueza en lugar de gastar el poco talento que pueda tener, por puro hedonismo. A lo mejor es simplemente la tristeza de entrar día tras día en este blog vacío.

martes, noviembre 18, 2008

Y más


Supongo que procedería decir cosas del tipo "desde el meridiano de mi vida, miro hacia atrás y veo un piélago de sensaciones, todavía no olvidadas...", o alguna chorrada por el estilo. Pero prefiero quedarme con algo como que todavía puedo mirar de frente, sin problemas, a la niña que fui, a la adolescente pedante, a la mujer de la sonrisa, y claro, veo a la madre que busca constantemente el norte, y también veo el corazón que quema y que espera, y sigo sintiéndome al principio de un montón de caminos, y, como Alicia, me paro a mirar los letreros de "¿Por aquí?" y ¿"Por allá?". Poco más, salvo continuar pasando el puente; eso sí, sin perder de vista el mar a los lados y debajo, y el horizonte al frente.

lunes, noviembre 10, 2008

Tokyo


También podría mirarse, o a lo mejor debería, sí, sin duda, desde abajo. Desde los barrios pequeñitos y cuadriculados. Dicen que en Japón hay ciudades trazadas a cuadros, como un tablero de go. Así será, sin duda, más fácil orientarse, siempre que se tenga un mapa en la mano, claro, porque es muy, muy grande. Tiene un río, como cualquier ciudad que merezca la pena. Pero quién entiende lo que pasa en Tokyo. Quién puede comprender esas tonalidades, esos colores distintos en cada espíritu, y ese color homogeneo que los une a todos cuando es menester. Yo, desde luego, no. Pero no importa. Mejor paseamos, alzamos la vista, o la bajamos, según el barrio. Y nos vamos a comer sushi.

Algunos niños nacen en Nueva York


No sé si puede ser una sensación cálida o fría, o si da igual. Demasiado al norte, quizás, y nunca hace mucho calor en verano. Ninguna personalidad, o toda. Las calles cochambrosas y miserables, las avenidas que hacen enmudecer de asombro. Personas y números. Un chiquillo corriendo, un broker con zapatillas, una negra con un carrito de la compra, una ejecutiva vestida de Versace. ¿Ninguno mira al otro? Probablemente. Demasiadas cosas para ver, como para fijarse en el vecino. Demasiada soledad, a veces, como para no hacerlo. Todo lo hermoso y todo lo espantoso del alma se citan en Nueva York. Al menos, eso es lo que pensamos los que no sabemos por qué necesitamos hablar de ella, ya que, de hecho, no hemos estado ahí. Qué tendrá, o que nos habrán dicho que tiene. Magia, seguramente.