jueves, diciembre 20, 2012

Usted disimule

       El fin del mundo me pilló sin un duro y con las manos en los bolsillos. De modo que, sin sacarlas, caminé por la calle adelante pensando en otros tiempos y otras personas, mirando el cielo que se iba ennegreciendo por momentos. Qué me llevaba? Poca cosa; sensaciones, sobre todo. Caricias, besos y palabras dulces. Risas, chistes. Lágrimas, rabia, impotencia. Nada que hacer ante casi nada, sólo ver venir lo que era inevitable. Ni siquiera tuve tiempo de pensar si había valido la pena, porque todo fue muy rápido. Sólo me acuerdo de ese dios maya, en el centro del sol, sacando la lengua.

miércoles, octubre 24, 2012

El hombre de Berlín





      Y después de ver las suelas de sus zapatos mojadas, decidió seguir andando. Ponerse de puntillas para no estropear los calcetines era de cobardes, y echar a correr, de temerarios. Lo mejor era, con mucha diferencia, hacer como que no pasaba nada, pensó, o al menos que fuera eso lo que otros percibiesen. Él podía seguir así indefinidamente, caminando con aparente dignidad, con el agua a la altura de los tobillos, sin mudar el gesto. Mientras, su cerebro continuaría buscando posibilidades, soluciones, nuevos amaneceres y, sobre todo, se concentraría en el momento de llegar a casa. No sería ahora, ni luego, ni mañana. Pero terminaría por llegar a casa, eso era seguro. Y entonces podría secarse los zapatos, quitarse los calcetines, ponerse ropa seca y sonreir, mientras las noticias hablaban y los vecinos continuaban discutiendo.

viernes, octubre 19, 2012

Las maracas de Machín



Que se hunda el mundo ya. Que vaya empezando a darnos igual. Gritemos hasta que nuestra voz, intensa, verdadera y contundente, nos rompa las cuerdas vocales, las cuerdas que nos atan, las cuerdas contra las que estamos, y reventemos en todas direcciones, pasando mucho de quien tenga que venir después con la escoba. Celebremos un botellón dionisiaco y disfrutémoslo como niños en una montaña rusa, caigamos, subamos de nuevo para volver a caer, sólo por el placer de sentir el estómago a la altura del esternón. Comamos, bebamos, hagamos el amor, porque todavía nos amamos. Dilapidemos nuestras fuerzas, y durmámonos con el bendito, infinito cansancio pintando una sonrisa en nuestra boca. Estamos vivos. No lo olvidemos nunca.

Nubes


       
       Hubo un día en que lo vi claro, que hasta aquí. Que cumpliría sesenta, o setenta, o los que sean, y haría mutis por el foro y nadie, absolutamente nadie, sabría mis contraseñas para acceder a los secretos que dejé atrás. Entonces me di cuenta de que no era tan importante la casa, ni siquiera las personas, que crecen y se van. Vi que lo más importante, lo que más viva me hubiera hecho sentir, lo habría perdido. Sentimientos de nobleza, de honradez. Todo muy correcto, muy bonito. Y la sangre, los latidos, las tormentas de imágenes y sensaciones, todo eso, se habría obviado como si fuera lo de menos. En pos de otras cosas. Un engaño, una mentira. Una vida que se retroalimenta en el vacío. Y lo valioso, lo genuino, perdido, olvidado, abandonado, como si no hubiera existido, pero sin dejar de latir, de gritarme "estoy aquí, que te enteres, y no me voy". Y no se va. Y no se va. Y no se va.

domingo, octubre 07, 2012

Tempo

       La Tierra mide doce mil setecientos cincuenta y seis kilómetros de diámetro, y tarda veinticuatro horas en dar una vuelta sobre sí misma. Es decir, que nuestros días son una cuestión de dimensión. Todo se basa en la rotación y traslación de la Tierra, lo que tarda en rotar sobre sí misma y alrededor del Sol. De ahí las estaciones y la duración de nuestros años. 
       Los fenómenos atmosféricos consisten en el movimiento de las corrientes en las diferentes capas gaseosas que cubren la Tierra. 
       Y, a partir de ahí, nosotros filosofamos. Se nos ocurren mil chorradas sobre lo imperecedero de las cosas y las sensaciones, sobre la implacabilidad del tiempo, que pasa sin esperar por nadie; sonreimos con suficiencia porque ya lo hemos entendido, porque ya sabemos que siempre ha sido así, porque a nosotros nadie nos pilla ya de nuevas, con toda la experiencia que tenemos (qué listos somos). Inventamos ecuaciones imposibles, decimos muy seguros que hemos dominado la naturaleza. Esa naturaleza que, de vez en cuando, pone un volcán en erupción y envía cuatro ciudades a hacer puñetas, con todos sus centros de investigación y sus universidades de filosofía, y sus institutos geológicos para la detección de volcanes. Y sigue girando la Tierra, implacable, porque no lo es, porque es un planeta que está ahí y gira por inercia,  porque todo lo nuestro le es tan ajeno como a nosotros lo suyo.

jueves, octubre 04, 2012

Los muertos no bailan

Sin sentir ni padecer, el dependiente del supermercado arrastraba la mopa por los ya limpios, inmaculados pasillos, entre cajas para reponer género, carros de clientes y niños que corrían en pos de sus madres. Ni siquiera tenía cara de bobo; para eso había que estar pensando en un beso, en el sabor del último helado o en la minifalda de la vecina. No podía, de hecho, decirse que tuviese cara. Estaba ahí, con su mopa, en mitad del camino de uno, estorbando, mientras trataba de llevarse por delante no se sabía qué. Y pensaba yo que ahí seguirá mañana, y pasado, y todos los días. Él y su mopa. Y su cara sin cara. A lo mejor está muerto, pensé. Igual es un adorno friqui del súper. Y me marché, sintiendo como la sangre corría por mis venas; por las mías sí. Eso me hizo sentir importante. Pero, al llegar a casa, hice lo mismo de todos los días. Entonces caí en la diátriba cartesiana: ¿Estaré muerta yo también? ¿De qué voy, haciéndome la interesante? Qué pedante me siento a veces.

lunes, septiembre 24, 2012

Noviembre
Ya era hora. Recogerse en casa después de salir de trabajar, ver el cielo oscuro, entrar en la penumbra y encender la luz mortecina que le da a la estancia un color amarillento. Hace un frío que pela, pero ahí está el calefactor, con más buena voluntad que resultados. Encenderlo, acercar las manos. Poner la tele. Muchas personas hablan a la vez, aturden. Mejor un buen reportaje, que al menos habla sólo uno, y las imágenes relajan. Las pantuflas, el sofá. Un plato caliente. Abrir la boca despacio, notar la textura, la temperatura alta, casi insoportable. Una sensación fuerte que duele, pero que hace reir. Otoño. La manta, el calorcito, el zumbido en las orejas, el sueño. Otoño otra vez.

sábado, abril 28, 2012


Mano muerta, pica a la puerta

Una de las últimas tardes de Abril la humedad hacía sudar las piedras que alfombraban la calle. Ninguna fuente de aguas transparentes dejaba oir el son del agua corriendo, ofreciendo la esperanza de una llegada, de una saciedad. Sólo el largo corredor que crecía delante hacía pensar en la intemporalidad, y pronto parecía que, mirando hacia atrás, ya no se iba a ver otra cosa sino la calle, la misma calle de piedras brillantes, mojadas. Pero apetecía seguir caminando, por inercia o sin ella, daba igual. La sensación no era desagradable,. ni daba miedo. Caminar sin más el sendero peligroso, las suelas resbaladizas, las casas flanqueando, un supuesto horizonte de fachadas que no acababa de materializarse. A veces era algo desesperante, vacío. Pero a los pocos pasos parecía nuevamente que el final estaba cerca, que las suelas iban a aguantar. Y de nuevo se veía el horizonte lejos, y volvía a parecer peligroso el camino. Pero es que había que caminarlo. Siquiera extender una mano hacia un lado, apoyarla en la pared para recordar que estaba ahí, aunque uno no la mirara ni la tocara. Pero estaba, y podía uno confiar en que, en cualquier caso, siempre ofrecería un soporte cuando el camino se hiciera insoportable. Tocar la pared, soltarla. Clavar los pies en el suelo, la vista al frente. Y caminar.

lunes, abril 02, 2012

El Cristo de las favelas

Impertérrito, físicamente por encima del Bien y del Mal, el Cristo Redentor observa callado, desde lo alto del Pan de Azúcar, la vida a sus pies. Verdugos, víctimas. Extorsiones, violaciones, asesinatos. Villas millonarias justo encima de las chabolas. Piscinas sobre charcas. Corruptos diferenciados tan sólo por la suerte. Ella determina quién vive en la villa y quién en la chabola. Ni una lágrima milagrosa en su rostro perfecto. Quieto, abarcando con sus brazos toda la miseria del mundo, sin ningún poder aparente sobre ella. Y bajo sus santos pies los niños siguen disparando a otros niños, las mujeres siguen siendo violadas, los chicos siguen traficando. Y todos le miran a veces. Unos para preguntarle porqué, otros para darle las gracias, otros simplemente porque está ahí.