martes, marzo 04, 2008

La boca del lobo


Caminando como siempre de puntillas sobre la linde que separa mi bien de mi mal, pensando sin pensar de nuevo, con esa paz neutra que da la saturación de sensaciones, miré hacia el cielo nocturno, y tan sólo vi la muerte mirándome con su cara de niña anoréxica, sacando de su mangajal la romana y poniendo en uno de sus platos todas mis lágrimas, mis risas, todo lo que he pensado, dicho y hecho en nombre del amor bien entendido, sin cobardía, sin inercia, tan solo por aquello que me ha rebosado del corazón, y en el otro plato mis mezquindades, mis miserias, mi estúpida obstinación en no ver ni oir, mis egoismos y mi inconsciencia, y me pregunté si entonces, como ahora, las estrellas me devolverían la sonrisa.