jueves, diciembre 18, 2008

Magenta


¿Para qué necesitas poesía, si tienes el agua quieta pasando bajo el puente en la tarde? ¿Para qué, si todavía te acompaña el olor a salitre de un mar recosido por espigones de piedra? ¿No recuerdas el cielo turquesa, un cielo que duele de lo azul, los pastos verde esmeralda, los recios sillares de piedra de construcciones milenarias? ¿No atesora tu corazón, acaso, el tacto de pieles de seda, de besos que arrancan el alma, de lava volcánica derramándose por fuera, por dentro, por todas partes? ¿No percibes con orgullo la chispa de energía en tus ojos entre tantos ojos muertos, en tardes blancas y grises junto a pieles envejecidas, ajadas, sin esperanza, viviendo sus vidas de papier machê? Pellízcate. Respira, siente el aire. La vida tiene la hermosa costumbre de devolver la sonrisa a todo aquel que le sonríe.

miércoles, diciembre 17, 2008

Domingo


Cae como el plomo sobre las azoteas al comienzo de la tarde, dejando una nube invisible de asco, de aire caliente que se evapora desde las tejas, desde el asfalto, siempre hacia arriba, pero sin llegar. Justo a la altura de la nariz, se nota su presencia en forma de brisa irrespirable. A medio camino llega el canto de una chicharra, pero no lo es, es sólo algo que lo parece, que lo imita, pero algo muerto, que acompaña con su sonido la quietud exasperante, la parálisis que parece haber sufrido el cosmos. Ni un alma, ni un espíritu. Ninguna sonrisa (¿quieres más café?), ninguna voz, salvo el comentarista deportivo que retransmite un partido de fútbol por televisión. No hay niños, ni perros, ni mujeres. Sólo hombres demasiado solos, miradas femeninas clavadas en el techo, medias sonrisas infantiles que no dicen nada, ni siquiera que no tienen nada que decir. Despierta.