viernes, enero 25, 2008

El idiota


No tenía ojos, ni labios. Sólo orejas, y apenas se veían. No había en su cara nada que hiciese pensar en sentidos, ni en sentimientos. Era un hombre igual. Como todos los demás. La misma raya a un lado de la estrecha cabeza, con la misma ropa cortada por el mismo sastre, con los mismos hijos en el mismo colegio. Se las había arreglado para que cinco años de carrera y cuatro de estudios superiores no dejasen mácula alguna en su perfecta cobertura de estulticia. Era como si fuese capaz de recibir y retener ciertas informaciones sin que estas conectasen entre sí, y sin que su cerebro se viese afectado por ello. Su mujer también era igual. Delgada, con cara de asco ante cualquier cosa, animal o ser humano, también con la misma ropa, las mismas botas de tacón alto, el mismo peinado cortado igual, con el mismo tinte. La misma suficiéncia. La misma auséncia de sentimiento, de inquietudes. El miedo a la muerte, a la sangre, a todo lo que olía a natural, a real. El mismo desprecio por los pocos diferentes, por los libres. Horas blancas, fabricando seres iguales a ella, a él, a todos. Eso era seguro. Siempre había sido así. La inercia le hacía sentir que controlaba la situación. Todo está bien mientras lo haya estado durante generaciones. Si no palpita, no puede doler. Y un día, y otro. Y otro.

viernes, enero 18, 2008

Un vacío en la boca del estómago

Tantas veces sentida, saboreada u odiada, la vieja sensación se repite una y otra vez. No deja tragar, no deja dormir, no deja pensar en otra cosa. Ya sea por enamoramiento o por deseos de suicidio, ya por estar colgando sobre un abismo asidos apenas por nuestra mano a una piedra poco confiable, o por el simple deseo de caer como vampiros sobre aquello que sabemos nos saciará en cuerpo y espíritu, la sensación se repite una y otra vez a través de los años, pocos o muchos, buenos o malos. Y sólo algo nos deja siempre claro: que, para bien o para mal, seguimos estando vivos.

viernes, enero 11, 2008

De profundis


De profundis
clamavi ad te, Dómine;
Dómine, exaudi vocem meam.

Fiant aures tuae intendentesin
vocem deprecationis meae.

miércoles, enero 02, 2008

Aurora boreal


Las luces del norte, llamadas auroras boreales, son algo realmente maravilloso, algo poético, increíble, que cuando las ves en fotos como esta piensas: "Lo que se puede llegar a hacer con el Photoshop", pero no, las auroras boreales existen, aunque a veces cuesta creer que algo tan bello, excepcional, que parece sacado de un cuento de hadas, exista. Al principio, cuando las vi por primera vez en una foto, yo tampoco creí en ellas, pero es verdad, existen de veras. Cuando ves el cielo nocturno teñido de hermosos colores que parece que fluyen entre la oscuridad del crepúsculo, creeme, estás contemplando una de esas cosas maravillosas que parecen sacadas de un cuento de hadas pero que existen, una aurora boreal.
Judit

Respirando


Quería permanecer con mi nariz hundida en el huequito entre su cuello y su hombro, continuar respirando el olor de su piel a través del algodón de su pijama. No sabía cómo, pero tenía que retener ese aroma para siempre. Tiempo vendría, mucho antes de lo deseable, en que le tocaría sufrir, luchar, hacer esfuerzos de voluntad, demostrarse a sí mismo toda suerte de cosas, yo puedo, yo sé, yo soy capaz. Y en esas guerras nadie iba a poder estar lo bastante cerca. Pero ahora no. Ahora sus bracitos rodeaban mi cuello, mi cara notaba la calidez de la suya, y mi nariz, obstinada, continuaba respirando su olor. Respira, respira. Retén la sensación, el recuerdo. Nunca, nunca lo olvides.