lunes, octubre 10, 2011

Fratres

Lo que llega hasta lo más profundo del alma, como una cuerda vibrante in crescendo, que conmueve todo y todo lo hace vibrar, acelera la respiración, golpetea sincopadamente en el corazón y luego cae desnudando, abandonando, desamparando, dejando cualquier sentido pendiente de un hilo, con una tristeza infinita en lo más hondo, y prolonga el suspiro por lo que se fue, temblando, por el foro, sin que nadie lo viera. Golpes que pegan donde más duele, y siguen pegando hasta que sangra, y sigue sangrando hasta que la sangre se vuelve más clara, más líquida, y entonces fluye y fluye sin que sepa uno cuándo va a parar porque no importa cuándo.

sábado, septiembre 24, 2011

Ópera





El pequeño neutrino decidió darse importancia. Qué cara pondrían todos; las teorías de Einstein se irían al garete, y con ellas el orden del Universo. Comprendía que era esencial para la raza humana vivir sin miedo, y que la única manera de no temer era conocer, comprender. Sólo así se podía controlar, prever. Y por eso le había venido al hombre de perillas aquella estupenda ley física, corroborada cientos de veces desde los albores del siglo veinte. Qué bien. Ya tenemos un límite para la velocidad, ya podemos ponerle puertas al campo. El neutrino sonrió de lado, con una de esas sonrisas gamberras que sólo se ven en el cine. Él iría más deprisa que la luz, porque podía. Le sacaría la lengua a Einstein y después se pararía para ver la cara de memos de todos aquellos señores de bata blanca que se creían tan listos. Nunca, o como mínimo no enseguida, lograrían averiguar la causa. Imaginarlos así, desconcertados y asustados de nuevo, le divertía enormemente. No era maldad; es que él pensaba que era momento de poner las cosas de nuevo en su sitio. Así que tomó aire, se colocó en posición y echó a correr.

lunes, julio 18, 2011

Luna

       Antes de la aparición del "flautista mágico" que Julio César ideó para convencer a sus tropas de que cruzasen junto a él el Rubicón, poniéndose  muy a malas con Pompeyo y el Senado, Julio había pasado la noche mirándome a los ojos. Me preguntaba, preguntándoselo a sí mismo, si debía o no cruzar el río. Y yo, devolviéndole la mirada, no le dije nada, porque sé bien que los hombres que miran largo tiempo mi rostro buscan, en realidad, una respuesta que llegue desde dentro de su corazón. Por alguna razón, mi cara les permite ver esa respuesta. Lo mismo pasó siglos antes con Alejandro, poco antes de que le cogiesen las fiebres, cuando empezó a darse cuenta, tarde ya, de que sus generales eran demasiado ambiciosos. Han buscado mis ojos poetas, artistas de todas las especialidades, enamorados, muchachas. Y a todos ellos les he mirado yo, desde mi situación privilegiada, esperando con paciencia de madre que la luz blanca y redonda les devolviera el reflejo que se hallaba en su alma y que sólo podían ver en mí como en un espejo. Y ahí voy a estar siempre, noche tras noche, porque ese es el único objeto posible, la única vida.