jueves, febrero 14, 2013

El cuarto oscuro

 
 
       La habitación umbría y seca había estado siempre ahí, a través del tiempo, del espacio, sola y feliz. En su soledad, era capaz de imaginar el mundo afuera tal y como le placiese, con las formas y las dimensiones perfectas, con las sensaciones, los sabores y los tonos exactos. Ficticios, programados, se ajustaban a su ideal, y podía continuar ahí, día tras día, silente y reposada, con los ojos cerrados. Los muebles siempre en el mismo lugar, sin apenas acumular polvo. Las muñecas, los libros, con la vida por dentro y una tranquila expresión mostrada en su aspecto indeleble, intemporal.
 
       Y un día sucedió.
 
       Una pequeña piedra arrojada, seguramente, por la mano de un chiquillo travieso, rompio un cristal negro de la ventana. Y por aquel marco cuadrado, pequeño y bien barnizado, entró un ángel. Era como un rayo de luz blanca, pura y limpia. Si se miraba su interior, podían verse millares de pequeñas motas de polvo que saltaban y bailaban sin parar y, escuchando con atención, se las podía oir riendo, cantando. El cuarto, confuso y sorprendido, se asustó primero, pero luego no pudo hacer más que echarse a reir y abandonarse. Y el ángel lo inundó con su luz transparente, tocando todos y cada uno de los rincones, los muebles, las muñecas, los libros. Toda la estancia se llenó de colores, que ya no eran los que aquel haz luminoso reflejaba al ser atravesado por el sol, sino los propios colores de la habitación , recién descubiertos, revelados en todo su esplendor. Y el ángel se entretuvo en hacerlos brillar y resplandecer uno por uno, para que el cuarto supiera que los tenía y que podía presumir de ellos. Y ya nunca volvió a ser un cuarto oscuro.
 
 


2 comentarios:

ana palacios dijo...

¡Qué bonito! Imaginaba el cuarto oscuro mientras lo leía y he disfrutado.
Pero leyendo entre líneas también he visto que todos somos un cuarto oscuro hasta que alguna "piedra" permite la entrada de un rayo de luz.
Un abrazo

Eva Loureiro Vilarelhe dijo...

Dan ganas de que ese ángel “ilumine” el resto de los rincones oscuros del mundo... bonito relato, Gemma, entrañable, sí, pero para reflexionar también. Un abrazo luminoso :)