viernes, octubre 19, 2012

Nubes


       
       Hubo un día en que lo vi claro, que hasta aquí. Que cumpliría sesenta, o setenta, o los que sean, y haría mutis por el foro y nadie, absolutamente nadie, sabría mis contraseñas para acceder a los secretos que dejé atrás. Entonces me di cuenta de que no era tan importante la casa, ni siquiera las personas, que crecen y se van. Vi que lo más importante, lo que más viva me hubiera hecho sentir, lo habría perdido. Sentimientos de nobleza, de honradez. Todo muy correcto, muy bonito. Y la sangre, los latidos, las tormentas de imágenes y sensaciones, todo eso, se habría obviado como si fuera lo de menos. En pos de otras cosas. Un engaño, una mentira. Una vida que se retroalimenta en el vacío. Y lo valioso, lo genuino, perdido, olvidado, abandonado, como si no hubiera existido, pero sin dejar de latir, de gritarme "estoy aquí, que te enteres, y no me voy". Y no se va. Y no se va. Y no se va.

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