lunes, febrero 11, 2008

Piedras

Regreso al barrio muchos años después. Camino, miro, busco. El olor a cerrado, a piedra vieja.
Todo ha cambiado, pero no lo veo; las calles son más diáfanas, pero yo sigo viendo los angostos túneles de mi niñez, por los que me afanaba ("date prisa..!") para no llegar tarde al colegio. El colegio. Apenas puedo creer que ese edificio tan pequeño, vetusto, olvidado, fuese el lugar al que acudía a diario con mis hermanos, allí donde sucedían tantas cosas, encuentros y desencuentros, el sentimiento de abandono, de estar perdida, amigos, enemigos, maestros lejanos de los que apenas se podía conocer el nombre, pequeñitos al fondo de la clase, con su voz meridiana por encima del murmullo constante de las nuestras, cantarinas e infantiles. Verlo ahora desnudo, ruinoso, solo. No me acerco. Voy por otro camino hasta mi casa. Mi casa. Qué pequeño el portal. Toda la casa está diferente, pero el portal es el mismo. Ya no está el callejón que separaba mi casa de la contigua, donde se escondía mi hermano para esperar a sus enemigos y mantener una nueva pelea, el callejón por donde se tiró aquella loca y se mató, y su sórdido fantasma nos hacía pasar a mi hermana y a mí corriendo por delante, apenas mirando adentro un momento, con el temor de la mujer de Lot. Ya no está la tienda, ni la anciana que se sentaba en la puerta de delante y nos miraba sin vernos. Pero la plaza sigue ahí, y el bar, y tantas otras cosas. La ciudad sigue siendo la más hermosa del mundo, a pesar de los pesares. Y la niña que fui me sigue saludando desde la azotea, moviendo su manita y sonriéndome, con su falda ínfima y sus dos coletas, como magníficas escobas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya lo recuerdo! La verdad es que tu casa fué muy bonita cuando me llevaste a Barcelona a verla, y aqui has expresado lo que viste y sentiste aquel dia que fuimos a Barcelona a verla. Seguro que cuando sea mayor y vea mi casa, sentiré lo mismo que tu ahora. Aúpa Barcelona, los animales y los spaguetis a la carbonara!!!