martes, octubre 09, 2007

Hablar por hablar


A veces, sin querer, nos sale una frase de esas que, nada más acabar de decirla, nos quedamos callados y soltamos un "Ooooh..." interior. Tan fascinados nos sentimos con nuestra propia genialidad. Otras veces nos damos cuenta, antes de acabar la frase, de la estupidez que estamos diciendo. Y entonces, sin saber qué hacer o cómo arreglarlo, seguimos hablando, con la esperanza de que nuestras propias palabras nos saquen del atolladero, así, motu proprio. La mayor parte de las veces nos limitamos a enlazar sonidos, sin prestar ninguna atención a lo que sale de aquello. Ausentes de nosotros mismos, ignorando que tenemos dos orejas y tan solo una boca, con lo que la madre Naturaleza trata de recordarnos constantemente que es mucho más importante escuchar que hablar, vamos encadenando vocablos, sin pararnos a pensar si matamos o espantamos. Y, a pesar de ello, continuamos sintiéndonos orgullosos de nuestra inventiva cuando consideramos haber dicho una genialidad , que por lo general se le pasa totalmente por alto a nuestro interlocutor, de quien esperamos una mirada de mudo asombro, o un asentimiento de cabeza. Ingrato, pensamos, y seguimos nuestro camino convencidos de lo listos, lo guapos y lo brillantes que somos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algunos genios estamos acostumbrados a que no se nos preste demasiada atención y a pasar relativamente inadvertidos. Yo considero que, visto lo visto, tengo muchas más cosas que decir de las que tengo que oír, pero bueno, qué le vamos a hacer. Por cierto, qué bien me está quedando el comentario; qué curioso y qué bien compuesto. Si es lo que tiene.